Me desperté sobresaltada, el reloj de la mesilla marcaba las tres y media de la madrugada. Los llantos terroríficos de mi hijo llegaban desde la otra habitación a través del intercomunicador. Me levanté y vestí lo más rápido posible, recogí unas flores del jardín y fui a llevárselas a su tumba, tal vez así se calmara y me dejara dormir.
Microrrelato seleccionado en concurso para antología: Microterrores. Febrero, 2019. Todos los derechos reservados.
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